A veces nos sentimos deprimidos al enterarnos de todo el sufrimiento que hay en el mundo. Con los medios de comunicación actuales podemos saber de lejanas guerras, actos de terrorismo, niños con hambre, desastres ambientales y más. Al enterarnos de estas noticias sentimos tristeza e impotencia porque sentimos que no podemos hacer nada para solucionar estos problemas.
Pero la verdad es que si hay algo que podemos hacer. Lo primero es reconocer y entender la causa del sufrimiento.
La principal causa de todo sufrimiento es el aferramiento al ego, el creer que estamos separados de todos los demás y que la felicidad de unos es más importante que la de otros. Esto genera tres venenos, la ignorancia, el apego y la aversión. Todos somos víctimas de estos tres venenos, y creemos que es normal experimentar un poco de estos, pero aún así son tóxicos.
La buena noticia es que podemos erradicarlos por completo. Porque en nuestra conciencia existe el impulso por preocuparnos por otros seres y este impulso puede guiarnos hacia el cultivo de la compasión.
La compasión es un deseo genuino de que otros seres puedan dejar de sufrir y esta compasión se hace más grande cuando estamos dispuestos a hacer lo necesario por ayudar a otros a liberarse de su sufrimiento.
La compasión sola no basta, también necesitamos sabiduría para desarrollar una estrategia.
Primero necesitamos transformarnos a nosotros mismos en el cambio que queremos ver en el mundo.
Para erradicar estos tres venenos en nosotros mismos, empezamos por vivir una vida ética, lo cual consiste en evitar dañar a otros seres (incluidos los animales) y ayudar a otros siempre que se nos presente la oportunidad. Continuamos con la prácticas de meditación de las seis perfecciones.
La primera es la paciencia que nos sirve como antídoto para el veneno de la aversión, que se manifiesta como enojo, agresividad, y resentimiento.
La segunda es la generosidad que es un antídoto contra el apego, que se manifiesta como aferramiento, deseo compulsivo y posesividad.
Las siguientes perfecciones a cultivar son la disciplina que implica hacer nuestro entrenamiento mental todos los días y el entusiasmo que implica el auto motivarnos al pensar en los beneficios de transformarnos y eliminar estos venenos para el beneficio de los que nos rodean. Si por lo menos podemos comenzar por generar menos sufrimiento en aquellos con los que convivimos todos los días ya podemos empezar a cambiar el mundo desde hoy. Y atraves de nuestro cambio motivar a otros a seguir nuestro ejemplo y así poco a poco ayudar a más seres a liberarse de estos venenos, dejar de sufrir, dejar de dañar a otros y empezar a actuar con compasión.
La penúltima de las perfecciones es la concentración. La meditación del Shamatha o atención impuntual. Nos ayuda a balancear a nuestra mente y a enfocarnos en las cosas que son importantes.
Y por último la meditación en la sabiduría nos enseña a percibir el mundo tal y como es, sin proyectar nuestras propias aflicciones mentales, sin tomar bandos, considerando a unos amigos ya otros enemigos. A tener compasión no solo por los que sufren sino también por los que dañan debido a su ignorancia.
Así, vemos que hay mucho por hacer y lo importante que es hacer nuestro entrenamiento mental todos los días.
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Lo que queremos cultivar no es una creencia ciega en los beneficios de la meditación, sino la confianza que surge después de haber analizado y estudiado el tema y después de hacer la prueba nosotros mismos, así cómo de ver los resultados que esta práctica ha tenido en otras personas.
Creencia y confianza
A muchos nos asusta hablar de la «creencia o fe» porque la asociamos con lo religioso, lo mágico, y no con lo científico. En algunas tradiciones espirituales se nos pide una fe ciega, es decir sin un cuestionamiento lógico. Pero en las enseñanzas del Buda vemos que él se refiere a la fe como una confianza en que puedes lograr algo.
En nuestra sociedad actual occidental y en particular en los países de habla hispana, no tenemos muchos ejemplos de grandes practicantes de meditación y todavía no se reconoce como una una práctica que deberíamos realizar diariamente tan necesaria como el cepillarnos los dientes. ¡Es increíble que le demos más mantenimiento a nuestros dientes que a nuestra mente!
Para desarrollar esta confianza en nuestra capacidad y en nuestra práctica vamos a seguir 3 pasos:
Primer paso: Apreciar
Somos afortunados de vivir en una era donde la tecnología nos permite tener acceso a maestros, libros, programas de estudios y ejemplos de practicantes de meditación en todo el mundo. Cuando apreciamos a todos los seres que se han dedicado y actualmente se dedican a la práctica de la meditación con la determinación de lograr un óptimo estado mental, balance emocional, concentración, inteligencia, y un buen corazón. Sentimos apreciación por lo que hacen, por sus cualidades éticas, por su valentía de trabajar para eliminar sus aflicciones mentales como lo son el enojo, la envidia, las adicciones, la depresión, etc.
Esta apreciación también surge en otras áreas de nuestra vida cuando por ejemplo apreciamos el talento y el trabajo de otras personas que se dedican a diferentes disciplinas como las artes, la medicina, el medio ambiente, etc.
Segundo paso: Aspirar
Una vez que generamos una gran apreciación hacia las acciones de personas o comunidades esto nos motiva a seguir sus pasos ya sea para convertirnos en músicos, doctores, ambientalistas, trabajadores sociales o meditadores, etc. Aspiramos a ser como ellos y a desarrollar esas cualidades en nosotros mismos.
Muchas veces la razón por la que tenemos ciertas aspiraciones es porque queremos alcanzar la fama, el reconocimiento, obtener ganancias materiales, dinero, etc. pero lo que nos motiva a convertirnos en meditadores es el deseo de dejar de sufrir, de liberarnos de nuestras neurosis y aflicciones, de encontrar paz y felicidad duradera.
Algunas personas meditan superficialmente porque quieren reconocimiento, o una imagen «espiritual» pero incluso si esta es la motivación inicial, la práctica de la meditación por si misma, cuando se realiza adecuadamente, te hace dejar esas pretensiones, ya que a través de ésta limpias a tu mente y la liberas de los deseos inútiles.
Así que aspiremos a tener una mente en balance que nos traiga una felicidad genuina.
Tercer paso: Creer
El último paso consiste en creer, pero como vimos anteriormente no es solo creer ciegamente, sino confiar en tu capacidad para lograrlo. Cuando te sientes motivado a practicar lo que sea, un instrumento, un deporte, etc, y empiezas a hacerlo es porque crees en ti, y cuando te pones una meta es porque crees que puedes lograrla. Sabes que no es algo inalcanzable y que si pones tu energía y trabajas con disciplina, eventualmente lo lograrás.
Robert Greene en su libro «Maestría«, nos dice que los grandes maestros de la historia del mundo, dicen haber experimentado una fuerza, o una voz o un sentido de destino que los guiaba hacia adelante.
Es esta confianza en que puedes trascender los obstáculos y darle sentido a tus acciones lo que te lleva a vivir una vida significativa. Y qué puede tener más sentido y requerir más valor, que el liberar a nuestras mentes de las ataduras del pasado, de las ansiedades, los miedos del futuro, y aprender a vivir en el presente sin apego, sin enojo y sin ignorancia.
Conclusión
Hay que cultivar la confianza en nosotros mismos y en nuestras capacidades, hay que creer que podemos lograr la estabilidad de la atención, la concentración, el corazón altruista y la sabiduría. Y balancear esta fe en nuestra capacidad con el entusiasmo en la práctica, este entusiasmo es el gozo de practicar la meditación.
…Cuéntanos, ¿cómo te relacionas con la práctica y qué retos has enfrentado?
Con motivo de las olimpiadas podríamos reflexionar en esta cita del Dalai Lama, la cual no dijo para esta ocasión pero que me parece muy relevante: “El planeta no necesita más personas exitosas. El planeta necesita desesperadamente más personas que cultiven la paz, personas que ayuden a sanar y rehabilitar, que narren historias y den amor en todas las formas posibles. Necesita gente que viva de forma significativa en sus lugares de origen, con coraje moral, dispuestos a luchar por un mundo más habitable y humano; y estas cualidades, tienen muy poco que ver con el éxito tal como lo entiende nuestra cultura actual.”
Por casualidad llegué a Brasil a ver a uno de mis maestros tibetanos, Mingyur Rinpoche, al mismo tiempo que comenzaban las Olimpiadas 2016. Es bonito ver a la gente celebrando y haciendo deporte pero también hay tristeza y enojo que surgen en las mentes de los atletas perdedores. Estas emociones les impiden disfrutar de todo lo que han logrado, están en una de las ciudades más interesantes del mundo, lograron ser seleccionados para participar en las olimpiadas, tienen un cuerpo sano, tienen disciplina y mucho por lo que sentirse afortunados y felices, pero pareciera que el ganar es lo único que importa. Y esto me ha llevado a reflexionar sobre si el fomentar tanta competitividad en nuestra cultura tiene consecuencias positivas. Desde pequeños nos motivan a ser los mejores, a no ser unos perdedores, y constantemente somos comparados en la escuela y en la familia con otros niños que se comportan mejor, o son más brillantes que nosotros.
Conclusión
Creo que la reflexión del Dalai Lama que cité anteriormente es muy acertada en cuanto a que necesitamos crear una cultura de apoyo, compañerismo y amor en vez de una basada en el éxito individual.
¿Tú que opinas? ¿Cómo te sientes cuando tienes que competir con otros y cuando ganas o pierdes?
Alguna vez te has sentido motivado a hacer algún proyecto que en su momento parecía muy significativo, o involucrarte en un trabajo o actividad que sería de mucho beneficio para los demás? Pero a medida que empezaste a desarrollarlo, te empezaste a enfrentar a los obstáculos que conlleva cualquier tipo de empresa o proyecto. Te diste cuenta que para lograrlo había qué luchar incansablemente, hacer cosas que eran desagradables y que requerían dinero, esfuerzo y que no había garantía de lograr el éxito, ni siquiera de saber si sería realmente de beneficio para la humanidad. Te cuestionaste si tu motivación detrás de este proyecto no era en cierto modo también dominada por algún deseo autocentrado, de conseguir reconocimiento, o dinero, o algún tipo de beneficio personal. Te encontraste con gente que se oponía o te desanimaba, diciéndote que no valía la pena invertir tu tiempo, o que no era una buena idea o un proyecto útil.
Poco a poco te sentiste más y más desanimado, menos motivado, y por último decidiste que no valía la pena poner más tiempo y energía en ese proyecto. Finalmente lo dejaste. Y empezaste a cuestionarte que es lo que verdaderamente vale la pena?
Yo he estado ahí, y lo único que he encontrado que vale la pena es observar a mi mente atentamente, ver cómo surgen los pensamientos que se cristalizan en motivaciones, motivaciones que producen emociones que alimentan la energía que lleva a la acción. Estar consciente, debajo de cada acción ¿cuál es nuestra motivación?. Y cuando descubres que es una motivación autocentrada, preguntarte si realmente vale la pena.
El reflexionar sobre nuestras acciones, hacernos conscientes de nuestras motivaciones, emociones y pensamientos, es lo que realmente vale la pena, solo así nos empezamos a conocer a nosotros mismos, a transformarnos en mejores personas, más atentas, bondadosas, generosas y pacientes, y cuando estamos dedicados a esta observación y transformación es que podemos empezar a actuar con sabiduría, sin esfuerzo y desinteresadamente. La acción sucede como algo natural. Y cuando no hay una acción necesaria, la quietud de nuestro cuerpo ya sea en la postura sentada o en la recostada, nos permite seguir observando a nuestra mente, en el presente, soltando el aferramiento al pasado y al futuro.
Para ti, que es lo que verdaderamente vale la pena?
A finales de Enero tuve la maravillosa experiencia de ser la traductora de la Ven. Robina Courtin por una semana durante su ciclo de enseñanzas en Bogotá. Fue un reto ya que habla con rapidez y energía, pero aprendí mucho al estar tan cerca de ella, ya que es una persona excepcional llena de cualidades inspiradoras. Sus enseñanzas me parecieron fabulosas y muy adecuadas para nuestra sociedad contemporánea.
Aquí les comparto la primera conferencia titulada «Explora tu mente» que dió en uno de los mejores colegios de Bogotá.
Que la disfruten y si tienen preguntas, estaré feliz de responderles.